Tuesday, February 28, 2006

Controversia sobre Veladero

El grupo parecía ajeno al bello in crescendo en el que insinuaba resolverse la interpretación de la mujer. Con una mezcla de colores oscuros y claros, con disonancias genialmente incorporadas y acordes superpuestos, la música rabeliana se mostraba en todo su esplendor pero parecía no resultar suficiente para la dueña de la posada, su hija y el hombre mayor, quienes continuaban enfrascados en una conversación que según pude escuchar, giraba en torno a la puesta en marcha de la mina del Veladero.
Mientras pensaba que probablemente estaban habituados a escuchar las interpretaciones de la pianista, hasta el punto que les resultaban ordinarias, comencé a interesarme en el tema de la mina cuya construcción, a casi 5 mil metros de altura, desató una fuerte polémica en toda la provincia.
Con una inversión de 500 millones de dólares, la canadiense Barrick Gold, segunda a nivel mundial en materia de explotaciones mineras, puso en marcha un emprendimiento que genera una gran controversia en todo el departamento de Iglesia, puesto que se encuentra en una reserva de biosfera conocida como San Guillermo, un territorio que hasta unos años atrás había permanecido virgen.
Lo que se le cuestiona a Barrick es la utilización de cianuro para la decantación del oro, motivo por el cual la comunidad de Esquel, le impidió explotar un yacimiento a través de un histórico plebiscito.

Sunday, February 19, 2006

Concierto en la posada

El restaurante se encuentra sobre la calle principal, en una generosa porción de tierra en la que abundan álamos y animales autóctonos. Con una disposición agradable, el edificio tiene unos grandes ventanales en los que de día se puede divisar el paisaje pero que por las noches se transforman en espejos oscuros que reflejan todo lo que acontece en el interior.
En el centro esta ubicado el imprescindible hogar que en los otoños e inviernos crudos de montaña, ayuda a calentar el ambiente, generándo una atmósfera propicia para el diálogo intimista.
Como llegamos cuando el verano estaba finalizando, tuvimos que soportar un irrespetuoso grupo de surfistas que se gritaban unos a otros, como si fuesen verdadero sordos.
Mientras el bullicio invadía la estancia nos concentramos en la tarea de ordenar la cena. Elegimos obviamente las truchas criadas en el lago del lugar, maravillosamente preparadas y servidas por una joven silenciosa que muy probablemente sea hija de la dueña.
En el otro extremo del salón había un grupo de mujeres que junto a un hombre charlaban amable e interesadamente, ignorando a los chillones de la mesa de al lado.
La conversación discurría sobre las posibilidades turísticas del lugar y del negocio en particular, que según entendí, en esa época del año es sostenido por los empleados jerárquicos de las minas que diariamente bajan desde las alturas para cenar.
Cuando los surfistas se marcharon, una de las mujeres, de piel muy blanca y larga cabellera negra, se sentó al piano y sin prestarle atención a nadie comenzó a realizar ejercicios de calentamiento para su dedos.
El aspecto concentrado de su rostro contradecía lo que tocaba, aunque prefiguraba algo inesperado. Yo la seguía a través de los reflejos en los grandes ventanales, donde también podía distinguir con claridad a la dueña de la posada, el invitado, un hombre mayor, vestido pulcramente y con modales educados, que al parecer tenía un profundo conocimiento de las actividades económicas de la región y a la jovencita que luego de retirar los cubiertos de la mesa que ocuparon los surfistas, se sentó junto a su madre y disfrutaba de un un postre que me pareció que era un budín de pan sazonado con arrope de uvas.
No me di cuenta del cambio de actitud de la pianista hasta que arremetió con una delicadeza conmovedora las primeras notas de un concierto de Ravel que escuchaba con mi madre cuando era niño.
Estaba ahora sentada con la postura relajada de una gran intérprete y se movía levemente con cada nota, elevando la cabeza cada vez que tocaba una nota grave, ajena por completo a quienes la rodeábamos.

Tuesday, February 14, 2006

Descanso y sosiego

Mientras ascendíamos por la ruta provincial 150 y nos regocijábamos con los giros y contra giros del río Jáchal, comprendíamos por qué cuando uno viaja a sitios remotos experimenta la sensación de que se detienen los relojes, reforzada muy probablemente por la disminución gradual de los ruidos del ambiente que se limitan de manera progresiva al roce del viento en la vegetación y al canto de los pájaros.
La tranquilidad de Rodeo nos ayudó a sosegar nuestros sentidos después de las incréibles experiencias que habíamos vivido unos días antes, cuando visitamos por primera vez el Valle de la Luna y Talampaya, ordenando las sensaciones e imágenes que llevábamos muy frescas en la memoria.
También no sirvió como descanso para lo que vendría, una travesía por un olvidado camino de piedra a la localidad de Barreal, en el sudoeste provincial, donde comprendimos que el planeta todavía guarda sitios en los que se puede ser feliz.

Destinos inesperados

Descubrimos el camino que lleva a Rodeo, en el noroeste de la provincia de San Juan, por un accidente: el policía que estaba de guardia en el puesto caminero de Huaco juzgó que la camioneta en la que nos conducíamos no era lo suficientemente alta como para vadear el agua que cubría la ruta nacional 40 y nos derivó por un viejo camino de ripio, en el que atravesamos varios túneles y contemplamos la belleza del atardecer en el embalse Cauquenes antes de arribar a San José de Jáchal.



Con alrededor de 20 mil habitantes, la ciudad más importante del norte sanjuanino nos recibió con el fervor inusual de un espectáculo que no esperábamos presenciar, la carrera ciclística conocida como Vuelta de San Juan.
Mientras intentábamos eludir la fila de ciclistas que recorría las calles y avenidas de una ciudad paralizada, pensamos en lo grato que resulta saber que los deportes menos populares todavía captan el interés de las multitudes en los pueblos de provincias.
Tras consultar los mapas disponibles y sabiendo que nos tomaría parte de la noche llegar a Barreal, transitando un camino que no conocíamos, optamos por dirigirnos a Rodeo, una pequeña localidad turística situada a unas decenas de kilómetros hacia el oeste, en dirección de la cordillera de los Andes.
El camino sumamente sinuoso, bordea el impetuoso río Jachal, ofreciendo imágenes que difícilmente puedan borrarse de la memoria del viajero.
Llegamos a destino tras eludir un camión de gran porte que venía en dirección opuesta, un verdadero riesgo puesto que ese tipo de vehículos solamente pueden transitar esta ruta con una autorización especial.
Nos detuvimos en los bordes del dique Cuesta del Viento, al que muchos consideran el paraíso del wind surf en Argentina pero que ofrece paisajes extraordinarios y una variada cantidad de aves que se dejan observar sin demasiados pudores.
La localidad es pequeña y remota pero está preparada para recibir con calidez a los turistas, ofreciendo delicadezas como un restaurante gourmet en medio de los cerros, adonde baja diariamente para almorzar y cenar el personal de las minas ubicadas en la alta montaña y donde se puede disfrutar de exquisitas truchas criadas en el lugar.

Thursday, February 09, 2006

Experiencias trascendentes

¿Se puede escribir sobre el sufrimiento sin haberlo experimentado? ¿Es el sufrimiento más trascendente o genuino que el amor, el odio o el rencor? Me refiero a lo que siente alguien que ha sido marcado para toda la vida por la pérdida o la enfermedad incurable de seres queridos, al dolor permanente que los acompaña de manera silenciosa y omnipresente.
Es probable que el sufrimiento pueda ser representado a través del arte, incluso por artistas que no lo hayan experimentado profundamente, lo que constituye una posibilidad esperanzadora puesto que abre las puertas de la comprensión y la compasión.
El amor y el sufrimiento son dos experiencias trascendentes, son la materia prima para el arte, el mármol del escultor, los colores del pintor, las palabras del escritor y las notas del músico.

Wednesday, February 08, 2006

Lecturas veraniegas

La siempre sorprendente avenida Corrientes, hoy más angosta y con veredas más amplias, tiene para mi un atractivo irresistible: las librerías de saldos que se distribuyen por ambas manos. Cada vez que visito uno de esos comercios regreso con títulos invalorables, como las memorias de los escritores argentinos Ernesto Schoo y Adolfo Bioy Casares.
Sobre el libro del primero todavía no puedo hablar porque solamente leí el prólogo del autor y sobre "Descanso de caminantes", los diarios íntimos de Bioy, no puedo decir otra cosa que es un texto brillante, delicioso y por momentos conmovedor.
Tras defender la literatura breve y fugaz, contradiciendo al mismísimo Borges, Bioy es capaz de relatar con precisión teutona el fusilamiento de un terrorista a principios de la última dictadura y de arrancarnos una carcajada cuando recomienda "no querer demasiado a los chicos, porque uno no sabe en qué monstruos se convertirán".