Paisaje sanjuanino, el cuadro de Fader, atrajo inmediatamente mi atención desde el otro extremo del salón de exposiciones, con sus cerros color verde opaco. A medida que me acercaba iba descubriendo nuevos detalles, como la casita de adobe situada al lado de un ascendente camino de piedra grisácea.
Me quedé observándolo por un largo tiempo y antes de dejar la sala, me di cuenta que sentía algo parecido a lo que probablemente sintió el artista al recrear ese sencillo paisaje andino.
Igual que a él, me dio la paz y serenidad que buscaba, después de una larga e inquieta noche.
Nunca había oído hablar de él, a pesar de que mi padre fue pintor, al igual que mi hermano y desde muy temprano me acostumbré a escuchar conversaciones sobre artes plásticas.