Desde Rodeo se puede llegar a Barreal a través de la ruta 436 que recorre la Travesía del Corrillo. El camino de ripio se inicia en la ciudad de Iglesia, donde es conveniente consultar sobre su estado en el destacamento de Gendarmería antes de emprender el viaje.
Lo recorrí luego de una fuerte lluvia que produjo un movimiento de piedras, razón por la cual debí conducir a no más de 30 kilómetros por hora. Armado de toda la paciencia me dediqué a disfrutar de las vista que ofrecía este viejo camino que según me comentaron en Rodeo fue utilizado por los nativos durante cientos de años.
La geografía se parece a la de un valle ameseteado y agreste que discurre en medio de la precordillera. El primer tramo del camino es difícil y pone a prueba al conductor, al vehículo y especialmente a los neumáticos porque si no tienen la presión adecuada pueden romperse tras golpear con las puntiagudas piedras.
Después de atravesar el arroyo Tocota donde se encuentra un caserío con el mismo nombre que vive de la explotación del cultivo de ajo, la ruta se hace más amable, permitiendo aumentar la velocidad y aprovechar el descenso que ofrece una suave pero extensa pendiente.
La soledad y el silencio por momentos abruman. Sin seres humanos y ni siquiera animales salvajes a la vista, se toma conciencia del significado de la palabra travesía y de los riesgos que implican aventuras como estas, sobre todo si no se toma la precaución de llevar abrigo y agua potable, dado que cualquier accidente o desperfecto mecánico implicaría tener que esperar durante horas o recorrer a pie grandes distancias para obtener ayuda.
La geografía recién comienza a cambiar tras recorrer más de cien kilómetros, cuando uno se aproxima a la localidad de Villa Nueva, ubicada en los márgenes del Valle de Calingasta.
Los primeros indicios que aparecen son las plantaciones de álamos que rodean a los caseríos para protegerlos de los fuertes vientos.
Cuando se atraviesa Villa Nueva puede observarse un gran cartel informativo que indica que desde allí partió una de las columnas del ejército libertador que cruzó los Andes a través de los pasos que se encuentran en el sur de la provincia.
Las señales de la presencia humana se van multiplicando a medida que se toma dirección sudeste y se llega a Calingasta, una de las ciudades más importante de la región y desde donde hay que tomar la ascendente ruta 412 que lleva hasta Barreal bordeando siempre el río Los Patos.
El ingreso al pueblo es realmente largo y quien no lo visitó antes se ve tentado a pensar que "se pasó de largo", una idea muy común en viajeros que recorren regiones escasamente pobladas y que me recordó una visita de mi adolescencia a Moisés Ville, la primera colonia judía del país, en mi provincia de Santa Fe natal, dado que como viajamos de noche y en el pueblo prácticamente no había luces encendidas, casi no nos percatamos de su presencia.
Barreal es, en casi todos los aspectos, un oasis y basta recorrerlo brevemente para convencerse que valió la pena esforzarse por llegar hasta allí.