No es esta la mejor época del año para escribir. En el diario se amontonan suplementos y los compromisos se multiplican a medida que se acerca el 31 de diciembre.
Hoy estuve hablando con un viejo amigo, quien me alentó para continuar con este cuaderno de notas y me preguntó por qué pierdo el tiempo leyendo a escritores tan poco recordados y valiosos como Miguel Cané.
Le dije simplemente que para mi no hay géneros menores sino escritores menores y que Cané fue bueno en su rubro, tal como puede comprobarse releyendo sus libros de viajes por países latinoamericanos en los que se desempeñó como representante del gobierno argentino, en la segunda mitad del siglo XIX.
"Pudo haber escrito bien pero fue de derecha", me retrucó mi interlocutor, demostrándome que no estaba dispuesto a dejarse tentar por ninguna de sus obras. "En realidad no fue de derecha. Cané era liberal", respondí, temiendo embarcarme en una bizantina discusión en la que me hubiera forzado a explicarle que un liberal no es un Álvaro Alsogaray, sino un progresista, un reformista, como lo fueron Sarmiento y Alberdi.
La confusión es grande y por suerte mi amigo se distrajo contemplando las imágenes del devastador tsunami que azotó el sudeste asiático hace un año y que la TV del bar ubicado frente a la redacción, se empecinaba en mostrar una y otra vez.