Siempre me pregunté cuál era el elemento tranquilizador de Paisaje Sanjuanino, el cuadro de Fernando Fader que vi por primera vez hace casi veinte años, en el Museo Castagnino de Rosario.
Con la primera impresión me convencí que era el conjunto el que transmitía la paz que no encontraba y mantuve esa creencia durante largos años, hasta que volví a verlo hace un par de meses, cuando recorrí en el mismo museo una restrospectiva de Antonio Berni y sin esperarlo en modo alguno, volví a contemplarlo colgado sobre la pared oeste de la galería central.
Fue en ese momento que me di cuenta que el elemento tranquilizador es la pequeña casa de adobe que aparece a un lado del camino que cruza la pequeña quebrada.
Es un elemento que sosiega porque la visión de la naturaleza en estado virgen siempre inquieta al ser humano y lo primero que uno busca en ese paisaje tan agreste es una huella de la presencia humana que en este caso es un símbolo primitivo del hogar.