Llegaba cada noche a la posada deliberadamente tarde porque El Alemán no salía de la cocina para charlar hasta que no terminaba con el último pedido y recién después de cerrar la puerta de entrada se sentaba frente a mi con dos cervezas.
Las charlas discurrían siempre sobre los mismos temas: el amor, la pasión, la traición y la naturaleza.
Tras pasar más de veinte años en ese paraíso inaccesible El Alemán temía que fuese devorado por el boom turístico o minero y yo lo entendía perfectamente.
Lo escuchaba preguntar a los visitantes de dónde provenían y después murmurar "desde Rosario vinieron decenas en los últimos días, ¿cómo se habrán enterado?" y al principio no comprendía pero luego me di cuenta que en realidad no deseaba más clientes sino todo lo contrario.
Me resulta risueño pensar en lo que sentiría si tiene acceso a estos textos que alaban tanto las bondades de su "paraíso personal" y estoy casi seguro que experimentaría una mezcla de alarma y traición.
Una noche, cuando me preguntó cómo me gano la vida le dije que simplemente escribo y se interesó aunque no me preguntó si me dedico a la literatura o al periodismo gráfico.
Lo que le llamaba la atención era el proceso de escritura en sí mismo, algo que no me sorprendió dado su origen alemán y dio lugar a largas charlas sobre el tema.
¿Podés escribir todos los días?, me preguntó una madrugada y le contesté que no, que necesitaba estar relajado aunque si debía hacerlo por necesidad lo hacía.
"La mejor forma de relajarse y alcanzar el mood adecuado para escribir es tomar una o dos medidas de Cutty Sark", le dije una vez para sorprenderlo, aunque en lugar de eso se levantó y con un movimiento ágil y una gran sonrisa regresó a la mesa con una botella del escocés que le mencioné y que utilizó para servir dos generosos vasos. "Ahora podés escribir", me dijo en tono jocoso, mientras el dorado líquido ingresaba a su organismo a través de sus finos labios.
Yo esperé en cambio que los trozos de hielo comenzaran a derretirse y tras oler el vaso sin apuro comenté lo bueno que resultaba descubrir el aroma del roble casi gastado en la bebida.
"Es cierto, en los vinos ahora se usan barricas nuevas y el aroma del roble usado cientos de veces es muy diferente, tiene un toque húmedo que resulta muy reconfortante", comentó y le dije que un escocés no solamente sirve para escribir sino para conducir una charla entre amigos a zonas que usualmente no se visitan.