La agrupación liderada por el joven contrabajista fue una de las atracciones máximas del Festival Telecom 2008 que se desarrolló el sábado en el centro de eventos Metropolitano de la ciudad de Rosario y en el que además actuaron Moreno Veloso y Adriana Calcanhotto.
Las composiciones ofrecidas por el grupo son eclécticas, aunque en todos los casos, ya sea cuando se advierten las claras influencias del jazz brasileño o del bebop, hard bop e incluso del funk, están excelente logradas y ejecutadas.
Con una formación algo reducida con respecto a la utilizada en la grabación de “Cuatro”, su último disco, Otero repasó ante un auditorio colmado piezas que corresponden a dicho CD y a trabajos anteriores como “Tres” y “D-Forma”.
Las interpretaciones que más se destacaron fueron “Brown” del último disco, un homenaje a James Brown, y “Mingusiana” de “Tres”, pieza escrita en memoria de Charles Mingus, ambas con notables influencias de bebop, hard bop y funk.
Pero no todo fue ritmo desenfrenado en la noche rosarina, dado que composiciones exquisitamente sutiles como “Flor” (del compacto “Tres”), tuvieron la virtud de lograr momentos de máxima intimidad y arrancaron justificados aplausos por parte del público.
La sección de vientos vuelve a lucirse con un juego de contrapunto que toma como base a la melodía y recuerda a compositores como Wyne Shorter y el brasileño Egberto Gismonti.
Las influencias son muchas, indudablemente, pero el conjunto y el resultado final es soberbio e invalorable.
La big band de Otero recuerda más a Quincy Jones que a Glenn Miller, aunque no por ello deja de rendirle tributo al swing con una dosis de creatividad y originalidad que no abunda, razón por la que resulta tan bienvenida.
Otero ejerce una irresistible atracción sobre el público argentino, especialmente el más joven, no solamente por sus cuidadas composiciones, sino por la utilización de un formato, la gran banda, al que no estamos muy habituados por estas latitudes.
En ese sentido, la sección de vientos, conformada por cinco saxos, tres trompetas y un trombón, perfectamente amalgamados entre sí y con la sección rítmica, a cargo del propio Otero, de la batería y del piano rhodes, ofrece momentos deslumbrantes, donde además sobresale el virtuosismo de cada uno de sus integrantes.
En ese sentido, la sección de vientos, conformada por cinco saxos, tres trompetas y un trombón, perfectamente amalgamados entre sí y con la sección rítmica, a cargo del propio Otero, de la batería y del piano rhodes, ofrece momentos deslumbrantes, donde además sobresale el virtuosismo de cada uno de sus integrantes.
Las composiciones ofrecidas por el grupo son eclécticas, aunque en todos los casos, ya sea cuando se advierten las claras influencias del jazz brasileño o del bebop, hard bop e incluso del funk, están excelente logradas y ejecutadas.
Con una formación algo reducida con respecto a la utilizada en la grabación de “Cuatro”, su último disco, Otero repasó ante un auditorio colmado piezas que corresponden a dicho CD y a trabajos anteriores como “Tres” y “D-Forma”.
Las interpretaciones que más se destacaron fueron “Brown” del último disco, un homenaje a James Brown, y “Mingusiana” de “Tres”, pieza escrita en memoria de Charles Mingus, ambas con notables influencias de bebop, hard bop y funk.
Pero no todo fue ritmo desenfrenado en la noche rosarina, dado que composiciones exquisitamente sutiles como “Flor” (del compacto “Tres”), tuvieron la virtud de lograr momentos de máxima intimidad y arrancaron justificados aplausos por parte del público.
La sección de vientos vuelve a lucirse con un juego de contrapunto que toma como base a la melodía y recuerda a compositores como Wyne Shorter y el brasileño Egberto Gismonti.
Las influencias son muchas, indudablemente, pero el conjunto y el resultado final es soberbio e invalorable.
La big band de Otero recuerda más a Quincy Jones que a Glenn Miller, aunque no por ello deja de rendirle tributo al swing con una dosis de creatividad y originalidad que no abunda, razón por la que resulta tan bienvenida.